Sábado, Abril 29, 1995
Traducción: Olga Zuvic D.
Participantes: Mary, Vicki, Christie y Laszlo.
Nota: Lo siguiente se ha tomado del recuerdo de la perspectiva de Vicki.
Mary me había invitado a su casa en esta noche particular para participar en una meditación. Ella le había pedido a Laszlo si acaso él le enseñaría la manera como meditar, debido a que él estaba involucrado en la meditación. Él estuvo de acuerdo y Mary me dijo que había invitado también a Christie y Debbie. La invitación era para el sábado a las siete de la tarde. Le dije a Mary que tenía que trabajar el sábado y el domingo y que por lo tanto probablemente no asistiría, pero debido a que mi atracción de llegar a conocerla era tan fuerte, pasaría a visitarla después del trabajo. Ella estuvo de acuerdo. Llegué a su casa alrededor de las tres de la tarde del sábado y empezamos a conversar. Dentro de poco fueron las seis y yo pensaba, “bien, talvez me quedaré. Esto debiera terminar cerca de las ocho o las 8 y media.” Laszlo y Christie llegaron alrededor de las siete y estuvimos conversando durante alrededor de treinta minutos. Debbie nunca llegó y decidimos empezar la meditación.
Laszlo explicó los preceptos básicos de la meditación y nos dio algunas sugerencias visuales. Hicimos el acuerdo que golpearíamos tres veces sobre la mesa para señalar el final de la meditación. Cerramos los ojos y él nos habló durante un rato. Entonces nos sentamos en silencio, practicando nuestras visualizaciones. Yo traté de flotar la hoja y flotar la pluma, pero terminé finalmente con un corazón. Me estaba concentrando en esto y me sentía muy relajada. De repente escuché una voz masculina diciendo, “¡Buenas noches!” Un millón de cosas pasaron por mi cabeza en pocos segundos en un intento de explicarme esto antes de abrir mis ojos. Nada tenía ningún sentido, sin embargo y abrí mis ojos. Miré a Christie y Laszlo y me fue obvio que ellos habían escuchado la misma cosa que yo. Yo estaba sentada en el suelo cerca de Mary. Miré a mi derecha donde ella estaba y me di cuenta que ella ya no estaba allí.
No puedo describir en palabras escritas como me sentía en ese momento del tiempo. No era describible. No estaba asustada, pero estaba atónita, pasmada, “volada.” No sabía que hacer o decir. Entonces “Mary” volvió la cabeza, me miró derecho en los ojos y dijo, “¡Bueno! ¡Tienes preguntas!” Yo pensé, “¡Dios mío! ¡Claro, tengo preguntas, pero no tengo indicios de cuales son!” Finalmente me las arreglé para tartamudear, “¿quién eres tú?” La respuesta fue, “soy una personalidad de esencia.” Mi mente voló devuelta a los libros de Seth que había leído a mediado o fines de los años 70 y el término sonó familiar. Le dije, “¿de dónde viniste?” La respuesta fue, “del mismo lugar que vienes tu.” Recuerdo que le pregunté, “¿cómo te llamas?” Él dijo, “soy Rastin, pero puedes llamarme Raz.” Y entonces él sonrió.
¡Me sentí cómoda instantáneamente, al menos mucho más confortable de lo que me sentía previamente! Miré a Christie y Laszlo. Ellos estaban sentados mirando de fijo, los ojos muy abiertos, la boca abierta gasta el suelo. ¡Pensé, “bien, saco ventaja de esta situación y hago algunas preguntas!” Empecé a hacer preguntas. No las recuerdo claramente, pero recuerdo haber preguntado acerca del dolor de espalda de Mary y mi epilepsia. Mary y yo habíamos estado discutiendo estas cosas esa tarde. Sé que Christie hico algunas preguntas, pero no recuerdo cuales fueron. Recuerdo que hacia el final de este intercambio, él miró a Laszlo y le preguntó si él tenía cualquier pregunta. Laszlo dijo, “No.” Él nunca dijo verbalmente nada esa noche en mi memoria.
La experiencia duro cerca de treinta o cuarenta minutos y “Raz” nos dijo que “Michael” estaba poniéndose ansioso y que él se iría. Él nos dijo que conversaríamos con él otra vez en otro momento, él dijo “buenas noches” y se fue. Laszlo tenía la previsión de golpear tres veces sobre la mesa en ese momento y los tres de nosotros nos sentamos esperando para ver que sucedería después. ¡Este fue un momento muy intenso para todos nosotros, porque no sabíamos la reacción que iba a tener Mary! Ella abrió sus ojos lentamente, se estiró y dijo, “¡Caramba! ¡Eso fue realmente bueno! ¡Tenemos que hacer esto alguna vez otra vez! ¡Mi espalda casi no me duele!” Nos sentamos allí como tres monigotes, incapaces de pensar o que decir. “ Con suerte,” sonó el teléfono. Mary saltó a contestar el teléfono y dijo al que llamaba que llamase devuelta en algunos minutos porque iba a transferir el teléfono a otra habitación. La llamada era para su hija Elizabeth, que estaba en el dormitorio.
Me puse muy nerviosa en este momento pues Elizabeth había caminado por el pasillo para ir al baño en el medio de la sesión y supo inmediatamente que su madre no estaba allí. Yo había visto la mirada en su cara y no sabía que hacer, de modo que no hice nada, pero sabía que Mary iba a encontrar a Elizabeth muy asustada cuando ella fuese a su dormitorio. Recuerdo que contuve mi respiración, esperando ver lo que seguía después. Mary se fue durante unos pocos minutos y entonces volvió el living y dijo, “Muy bien, ¿Qué diablos sucedió recién aquí??
¡Entonces tratamos de explicar lo que había sucedido, lo cual era difícil debido a que no teníamos un indicio de lo que había pasado! La conversación duró hasta alrededor de la una de la madrugada. Decidimos encontrarnos otra vez el Lunes siguiente y ver si podíamos “hacerlo” otra vez. Sé que no dormí en toda esa noche. Solamente permanecí acostada en mi cama, diciéndome, “¡Vaya!” ¡Creo que probablemente dije esa palabra por lo menos cincuenta veces esa noche durante nuestra conversación y estoy todavía diciéndola hoy día!
Mary Ennis, 1995 Todos los Derechos Reservados
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